Sobre mí

Mi historia

Dicen que cuando viajas ves tu vida en perspectiva. Y así fue...

Mi último año de carrera lo pasé en unos laboratorios en Mánchester. Allí enfermé y me di cuenta que tenía que cambiar de rumbo. Las ciencias biológicas como las entendemos en occidente no iban en mi línea de entender la salud ni el ser humano.

¿Y quién eres cuando has dedicado tantos años a algo que te apasiona y, de repente, decides empezar otra aventura en blanco, aún por escribir?

Empecé a buscar quién era y cómo podía sanar esos molestos síntomas digestivos y de mi aparato urogenital.

Me encontré con el coaching, la gestalt grupal, profesionales de salud holística, biomagnetismo y ajuste biomagnético, acupuntura, nutricionistas alternativos, chamanes, talleres de movimiento, grupos de sexualidad. Con algunos de ellos resoné y me formé. Otros fueron una experiencia más que se quedó en el camino, y es que no todo es para todo el mundo.

Hasta que un día recibí mi primer Shiatsu...

¡Eso era exactamente lo que andaba buscando! Más que un masaje fue un viaje para mi alma. Mi cuerpo, mis obsesiones mentales, mi ansiedad fueron ordenándose con esos contactos regulares. Me formé como terapeuta de Shiatsu Zen. Crecí personal y profesionalmente. Y supe, a un nivel muy profundo, que yo aportaría mi chispita de luz en este mundo con el Shiatsu. Entender y sentir como funciona la energía sutil era lo que había estado buscando des de niña.

Más tarde llegaron las Flores de Bach, un ingrediente complementario a la terapia corporal, que sirve para aliviar estados emocionales molestos e integrarlos. Y finalmente el Kobido, las sesiones faciales para potenciar belleza natural.

Mi trayectoria recobró sentido...

La pasión que siento por la biología humana, las células, los tejidos ahora cobraban una nueva perspectiva con los tratamientos. Todo ese background permite que me proyecte con mucha más profundidad en el cuerpo, en la piel del rostro, en las emociones.

Todo es biología, todo es vibración, y todo es energía.